Confesiones

 Querida Mony

Te has ido con la luna llena, sin avisar. Me prohibiste llorar la última vez que hablamos, y te dije que en los sentimientos nadie puede mandar, tampoco tú. Yo quería llevarte unas yerbas, tú decías que no podías relajarte hasta el punto de llegar a hacer meditación, un amigo tuyo de siempre te facilitó unos dvd para ayudarte en el intento, pero tú, como siempre, rebelde ante la adversidad rechazaste lo uno y lo otro, estabas algo harta de tanto consejo, querías estar sola, y sola hiciste frente a todo, desde esa introspección a la que nadie llegaba, aunque detrás nos tenías a todas y a todos. Porque eras un ser especial, siempre lo fuiste, leve e intensa, con cambios bruscos a veces. Decías que era influencia de tu signo Géminis y tu ascendente Aries. 

No querías velos, tu egocentrismo ha sido en realidad valentía, y querías lo que querías, contigo no iba el autoengaño en ninguna de sus formas, aunque a veces sé que dudabas. Me dijiste ¿porqué tanto empeño en agarrarse a este mundo?. ¿Y eso no es importancia personal?. Tu lógica era aplastante, pero yo a veces te tendía “trampas” dialécticas y dudabas. Y leíste todos los libros, y me regalaste otro. 

Varias décadas vivimos temporadas juntas desde que te conocí por los pasillos de la facultad y me preguntaste si había clase, y yo te dije que asamblea, fue poco antes de que mataran a Puig Antich, en primero. Tu aspecto era desenvuelto, estrafalario y simpático: las uñas pintadas cada una de un color, el pelo rojizo a lo Liza Minelli, y unos zapatos de tacón alto rectangulares recubiertos de papel de periódico, también una especie de chal rojo enorme. Mas tarde me enteré de que te lo habías “hecho” tú misma de unas cortinas. Nos hicimos amigas pronto, otro amigo común también nos unía. Él nos dejó el 14 de abril de 1994. Íbamos a comer cualquier cosa por ahí, teníamos poco dinero. Tú eras como una pluma, pero voraz comiendo, tragabas sin masticar, todo deprisa siempre y siempre flaca. Como deprisa viviste estos últimos 4 años, demasiado deprisa, con cierta ansia. Pero tenías tu musa para salir adelante. 

Como me dijo otra amiga poco antes del primer susto, hace ahora un año y siete meses: “Es que Mony se cree que tiene solo cabeza, se olvida de su cuerpo”. Eras toda pasión, si no había ciertas dosis de pasión en el entorno te aburrías y te quedabas dormida en algún sillón, también te adormilabas cuando te daban masajes de pies, que siempre pedías a quien quisiera dártelos, o después de comer. Y cuando estabas en onda, que era casi siempre por tu “don” natural, infundías ánimo y risas, se estaba muy bien contigo. 

Recuerdo el día que te acompañé a un Museo que había por Montjuic; buscabas documentación para hacer un trabajo de clase sobre el origen de las compresas. No necesitaste apenas libros. Y cuando me contaste que habías ido a ver a la Sara, y al término de su actuación te levantaste en medio del gentío y le ofreciste un ramo de flores ante la sorpresa general. Y cuando me hiciste acompañarte con Narçis al mitin de tu admirada troskista “Isadora Duncan”, y el día que fuimos a la filmoteca a ver “Jhony cogió su fusil” y yo me pasé la mitad de la película llorando. O cuando en otro curso posterior me arrastrabas a la salida de clase hacia cualquier bar para ver “Los ángeles de Charlie”. O los secretos y conocimientos de gentes en el margen que vivimos juntas. O de cuando venías y decías !tengo hambre! y abrías la nevera, cogías algo y luego te acostabas en medio del que después fue el padre de las criaturas, hoy en el olvido, y yo), y te quedabas como un tronco. Y todos y todas te queríamos. 

Y cuando fuiste la testigo y fotógrafa oficial al casarme por lo civil, animando a las no muchas personas que allí habían, sobre todo a mi madre, que decía que aquello en vez de una boda parecía que íbamos a un juicio. Y cuando te presentaste en el Clínico el día de todos los Santos, acababa de nacer mi hijo y saludaste con un !hola puta! ante el asombro de los presentes, y te acostaste conmigo y el niño en la cama. 

Así eras tú. Y de tus originales creaciones de “lecturas eróticas”, en cuya representación participamos muchas amigas y amigos, lecturas que tenían cierto matiz religioso e inconceptuable. Lo religioso te venía de familia, pero tú le dabas tu genial y libertario toque. Eras libre, y guardabas tus pensamientos mas profundos o tus miedos para ti sola, a veces me hacías partícipe, cuando querías ser escuchada, y si te daba por ahí me llamabas de madrugada, sabías que te escucharía. Teníamos en común trastocar un tanto los horarios rígidos. No éramos del todo normales, disentíamos en algunas cosas y nos criticábamos abiertamente, pero la amistad estaba por encima, de horarios, de tiempos y estado civil. Y así siguió, y todos y todas te queríamos, mis hijos desde niños. 

Recuerdo la noche que llegaste sin avisar y salió a abrir la puerta uno de los dos, pequeñajos, y que volvió corriendo y me dijo: mamá ahí hay una chica que va vestida de bruja. Después te hiciste mas sofisticada, y mas tarde te inclinaste ya del todo por la comodidad y cierta indiferencia por los atuendos, salvo en casos de citas importantes, bodas de amigos o conocidos y alguna que otra puesta en escena, que tú bordabas con tu arte lingüístico triunfando entre los presentes. 

Tu soltura innata no tenía rival, tu honradez tampoco, y la solidaridad en aquellos momentos difíciles en Tenerife, plantando cara al peligro por la amistad. 

Los últimos años te hiciste "mas política" que el resto de tu vida anterior, troskista sin partido, sin amo, porque te apetecía, porque te caían bien y asimilabas algunas de sus historias y te divertías, entonces hablábamos mucho de los gobiernos corruptos, de la UE y de temas tabú, también de animales. Cuidando a Durki y viendo todas las series de Xena que tú me tenías preparadas cuando me escapaba tres días a Barna. Después venías tú, en Año Viejo y en verano, el último que viniste en 2007 encontramos un gato pequeñito, que aun está aquí conmigo, junto a otros que ya conoces. A Durki le puse ese nombre en recuerdo del que murió en Barna. La Tora, que te hacía tanto caso también sigue aquí. Me decías: déjame hacer de Maruja cuando vengo a tu casa, y yo encantada, tú mandabas. 

Y cuando dabas vueltas sobre ti misma sin caerte al compás de "chiquitita", aquellos años sin paralelo de finales de los 70.

Nuestro último gran viaje juntas a Mexico fue fantástico, aunque discutimos bastante, tú querías ir al sur, yo al norte. Pero el mercado de Sonora nos alucinó a las dos, y los otros lugares. Al final fuimos al Norte, aunque tu no quisiste subir a caballo las montañas ni viajar al desierto, me quedé sola con aquel personaje guía tan majo, que me llevó donde yo quería; y abajo os asustásteis porque no aparecía, hasta que aparecí. Y las pirámides del Sol y la Luna, y el museo de historia y antropología siguiendo a aquella maestra que explicaba a los niños la historia de México reflejado en un cuadro inmenso, qué pedagogía, decías; y nosotras detrás, como dos alumnas mas. Y nuestras amigas hermanas de Juárez de aquel largo día, y la noche en San Luis Potosí con las historias de diablos que nos contaban, y la foto todas juntas aquella otra mañana con el mariachi. Y con Guadalupe, y las historias del “visitante oficial”, y los fantasmas de los que te reías y yo no. 

Abril de 2010 fue la última vez que estuvimos juntas en Barna en casa de nuestra amiga común, alabaste la comida que os hice, pero por la tarde tuviste que acostarte porque tenías fiebre, y no querías médicos y que nadie supiera donde estabas. Muchas veces hablamos después, y muchos silencios se instalaron en nuestra vida. Cuando tu energía superó lo insuperable me lo contaste. Yo quería ayudarte, todos y todas queríamos ayudarte, tú dijiste basta. Y cuando quisiste dijiste hola.

Tu último hola fue hace tan solo ocho días, yo seguía con el autoengaño, tu no, pero nadie dijo nada. Una palabra hubiera bastado. Y nada forzaste, y te diste a la nada. Y la pregunta que nadie contesta: ¿porqué?. 

Quisiera verte esta noche, antes de que te vayas del todo, aunque no se si soy merecedora de ese privilegio. Por eso te mando este mensaje, querida Mony. 

Y porqué, me pregunto,  no estuve esta vez a la altura de las circunstancias. Ese peso lo llevaré sobre mi conciencia, nadie puede evitarlo.