Sueños/Ensueños. Espacios sin tiempo

Química del cerebro
 Curioseando en las hipótesis y distintas direcciones 

Los términos “sueño”, “sueños” o “soñar” tienen diversas acepciones e interrelaciones (físicas, químicas u orgánicas o psíquicas) y perspectivas analíticas, según cual sea el campo de estudio. Desde las ciencias experimentales (bioquímica, física, fisiología...) relacionadas con la neurociencia, el estudio del sueño se incluye en los parámetros de investigación de los procesos cerebrales, que se realiza, principalmente, desde enfoques positivistas y reduccionistas. Otros estudios científico-descriptivos establecen y ennumeran las etapas del sueño y sus efectos biológicos, médicos o psicológicos (causales).

Dios-cerebro en la creación de Adán de Miguel Ángel

Las explicaciones en este sentido poseen una validez objetiva, proporcionada por los datos físicos y empíricos, una certeza que puede ser contrastada, es extrapolable y de la que se pueden deducir leyes. Los avances científicos de las últimas décadas y la evolución de métodos y tecnologías punta en medicina permiten investigar, en neurociencia, zonas muy sensibles del cerebro y establecer hipótesis, cuasi-verificaciones inquietantes sobre nuestro dios protector y manipulador a un tiempo: el cerebro, cuyo vehículo es la mente, a través de la cual se crean las imágenes que percibimos y la realidad exterior e interior, lo que vemos y tocamos, o sea todo; de lo que se deduce que “todo” lo que llega a nosotros está ya procesado por el dios-cerebro, que es el primer perceptor y nos lo devuelve bien ensamblado ¿Y dónde queda la objetividad?.


Esto me ha traído a la memoria (aunque en las antípodas de la neuro ciencia) el cuarto libro de Carlos Castaneda, antropólogo, ahora hace 17 años que murió: “Relatos de poder” (la segunda parte, cuando habla del Tonal y el Nagual), centrado en la descripción del Tonal (que es la percepción de este mundo). Desafío a leerlo y dejar por un rato los pre-juicios racionalistas que nos hacen sentir importantes. Se tata de “otro conocimiento” “otra explicación”, y tiene relación, en bastantes aspectos, a la descripción que del cerebro engañoso hace la neurociencia.

Las miradas del sueño

Una mirada hacia el relato del sueño en vigilia o cómo releer la “acción interna” experimentada en el sueño, se topa con un obstáculo: “atrapar” en el consciente esa percepción vivida y “paralela” de lo soñado para su traducción externa. Las explicaciones en este sentido se sitúan en un ámbito diferente al del nivel de la realidad consciente, una interpretación que subyace a lo externo y posee su propia validez subjetiva. La mirada filosófica, simbólica, intelectual o mágica, no puede reducirse tan solo a los datos físicos proporcionados por los sentidos en un laboratorio. El contexto histórico y socio-cultural, las connotaciones etnográficas o semánticas y la variedad de conceptos complejos y variables expuestas, relacionadas con el análisis e interpretación de los sueños, contemplan un universo contradictorio.
Miradas antiguas

Durante milenios, el hombre primitivo como los pueblos originarios sostenían relaciones animistas significativas y simbólicas con todo su entorno, que más tarde se extendieron por el mundo antiguo. Griegos, romanos o hebreos, entre otros pueblos y tribus de la antigüedad, heredaron, tanto nociones animistas de los sueños del hombre primitivo como otros métodos de interpretación de sueños, por ejemplo de egipcios y asirios, en el confluir de guerras y culturas a través de los siglos. En mitologías proto históricas de las primeras supuestas civilizaciones, rozando la leyenda, el sueño lo confería el Destino o el Hado, que en momentos precisos o urgentes emitía órdenes o mensajes trascendentes mediante el sueño, que de no ser tenidos en cuenta acarreaban desgracias.


En épocas remotas reyes, esclavos, guerreros o líderes feroces, interaccionaban con los bélicos dioses y diosas inmortales, de los que tenían hijos e hijas, el Sueño es el hermano de la Muerte, una entidad semejante a un dios cuyo poder ejercita entre mortales e inmortales; hizo incluso dormir a Zeus (por pedido de la diosa Hera, hermana y esposa del poderoso dios) para acudir en auxilio del feroz Aquiles). Así se describe en la Ilíada, poema-relato épico excepcional y terrible del autor griego Homero, de origen no establecido, se situaría sobre el siglo XIX a XII A.C. al VII A.C., aunque no existe acuerdo entre los estudiosos. Uno de los documentos más antiguos sobre interpretación de sueños es un libro egipcio, el papiro 3 Chester Beatty, de la duodécima dinastía (2000- 1790 A. C.), con doscientos registros de relatos de sueños. Otras producciones similares estaban grabadas en tablas, como las de la biblioteca real del emperador asirio Asurbanipal (669-626 A.C.). 



Libros del Antigo Testamento judío contienen supuestas revelaciones, guías u órdenes a líderes tribales y profetas mediante sueños; a veces los mismos dioses se presentan físicamente o disfrazados ante sus subordinados; al igual que los dioses griegos (emparentados con los romanos). Textos antiguos religiosos, algunos apócrifos y anónimos, relatan sueños y viajes extraordinarios a los cielos de seres humanos especiales, escogidos por la divinidad para ejercer de escribas (como Henoc/Enoc). 


En algunos rituales paganos, se ofrecían sacrificios de animales a los dioses para contentarlos (los hebreos hacían otro tanto, solo a Yavhé). En los rituales, algunas sectas mistéricas ingerían sustancias o drogas consideradas sagradas y propiciatorias del contacto con las divinidades en estados de ensueño. Hipócrates,  Aristóteles,  o Macrobio filosofaron y escribieron sobre los sueños. También las Biblias cristianas relatan supuestos mensajes divinos por medio de sueños trascendentes a los apóstoles. A comienzos de la era cristiana, vieron luz una colección de libros sobre sueños, desapare266cidos después como tantos conocimientos antiguos; y se conserva la oneirocrítica de Artemidoro, que vivió en el siglo II, durante el imperio romano y escribió cinco libros sobre la interpretación de los sueños.

A lo largo de los siglos, etnias y pueblos indígenas de todo el mundo, no contaminados aun por el colonialismo religioso y cultural europeo, han dado valores y significados cuasi sagrados al hecho del soñar (que no es solo dormir), al soñante y su “sombra” (percepciones claras sobre sucesos, descripciones de los mundos visitados en sueños, señales, guías, mediante ciertas plantas sagradas y conocimientos chamánicos; encuentros con entidades no físicas de distinto calado...).

Miradas desde Occidente 

Desde el psicoanálisis, Sigmund Freud (1856-1939) establece tres niveles de conciencia: consciente, pre-consciente e inconsciente, y postula que los procesos inconscientes carecen de perspectiva temporal (caso del sueño). La memoria se presenta como un puente entre la conciencia vigilante y la conciencia onírica. Ofrece una interpretación casi unilateral de los sueños, en una relación maximalista de la sexualidad con los conflictos de la infancia y el contexto social represivo de la época. 

Carl Gustav Jung (1874-1961) desde una visión analítica más completa añade otros componentes, como la dimensión cultural del sujeto, su universo simbólico y la conexión del sueño con la psique. La expresión de la experiencia religiosa del sujeto, el subconsciente colectivo y el arquetipo están en contacto, durante el sueño, con elementos simbólicos comunes a toda la humanidad. 


Dieter Wyss, psiquiatra, además de preocupaciones ontológico-antropológicas y terapéuticas, ha investigado problemas en el campo de la medicina y la biología, y estudiado los significados clínicos y psicopatológicos de las funciones del organismo en la fase del dormir, y en trabajos sobre la conciencia onírica. Según Wyss los sentidos no se apagan durante el sueño, y las funciones de nuestro cuerpo continúan su actividad con otro ritmo; ver u oir, oler, gustar o tocar se manifiestan aunque sin relación con el mundo exterior, ya que el durmiente está solo consigo mismo. La facultad consciente para temporalizar fragmentos de los recuerdos en vigilia, es esencial para la experiencia existencial, facultad que se extingue al dormir; en el sueño todo se vive como presente y es actual. La exégesis del sueño no es posible mediante interpretaciones racionalistas. 

Los enfoques aludidos sobre la interpretación de sueños, como otro tipo de análisis: filosóficos, psicológicos o escuelas, realizan estudios y debates sobre conceptos relacionados con el sueño, que a veces se convierten en retórica lingüística con sus contra réplicas.

Vivir el sueño 

De las vivencias que durante el sueño experimentamos solo somos conscientes (término éste que adopta un contrasentido) del todo cuando estamos dormidos. Las imágenes, los paisajes, conocidos desconocidos o distorsionados o las personas con quienes nos cruzamos, lugares, animales u objetos, incluso conversaciones o acciones realizadas durante el sueño ¿Se podría afirmar, o no, que son actos relativamente parecidos a los experimentados en la vida diaria?. La percepción de sentimientos: dolor, alegría, indiferencia, desorientación... La intensidad de los sentidos físicos: hablar, caminar etc. ¿Son distintos a los de la vida ordinaria? ¿Hay otro tipo de intensidad o energía no física, un ser paralelo o una sombra de ese ser que “contempla” y que es nuestro ser en otro “estado”? ¿Las sensaciones, la acción contemplada o vivida, duele, siente...?. Las posibles respuestas dependerían de las variables expuestas y de su intencionalidad.

Racionalidad, Criterio, Experiencia y Juicio: verdadero-falso

Malcom introduce la noción de criterio para dotar de sentido a un juicio y determinar su valor de verdad; postula que las afirmaciones de experiencias realizadas durante el sueño, cuyos valores de verdad son imposibles de verificar carecen de sentido. El estado del durmiente profundo sería incompatible con cualquier manifestación de la conciencia, ya que el sujeto no da ninguna señal externa de estar consciente de nada. (Vincula, pobremente, la manifestación de la conciencia a estar consciente).

Wittgenstein alude en su tratamiento de los sueños al carácter epistémico de conocimiento, verdad y memoria, Malcom y Wittgenstein coinciden en parte... (Durante el sueño yo no puedo saber que estoy dormido, y durante la vigilia todo me sirve de criterio para confirmar que estoy despierto). Que el sujeto no pueda autorepresentar sus pensamientos durante el sueño, según Wittgenstein, se debe a que durante el mismo no hay pensamientos. Cuando se cuenta un sueño no se ofrece una descripción de algo real que tuvo lugar, un evento espacio-temporal (afirma), y no puede decirse que recordamos algo que haya pasado, por lo tanto, los sueños no son experiencias. Solo el conocimiento consciente proporciona la noción de verdad, que en el sueño queda anulado. (Vincula la noción de verdad con el conocimiento consciente). En el contexto (o descontexto) del sueño, se dice, no es posible determinar el status o la “inteligibilidad” de una entidad propia o ajena, pero  ¿Es la causalidad una conexión necesaria?.


Percepción-Memoria-Recuerdo

La percepción interiorizada de las imágenes del sueño aparecen a veces como si observáramos desde un ángulo ante nosotros mismos seres e imágenes en movimiento, vistas desde un espacio en el que nuestra entidad física real está ausente y nos acompaña nuestra “sombra”. A veces solo somos espectadores, otras veces vivenciamos acciones extrañas o conflictivas, participamos o nos hacen participar en escenarios desconocidos, en los que actuamos, y nuestra voluntad no está ausente, podemos distinguir y tomar opciones, o no. Las obsesiones, trabajos, afectos o desafectos y rutinas de la vida cotidiana, nos tienen bien “cogidos”, gastamos tanta energía en vigilia que dejamos poca al sueño, descansar es lo apremiante; así, las imágenes del sueño, borrosas ya al despertar, aparecen encubiertas o con trazados sin conexión aparente con la realidad y las olvidamos del todo ¿Las olvidamos del todo?



Es difícil recordar, porque ¿Qué es recordar?. Recordar a nivel consciente es repasar algo pasado o reciente vivido en un tiempo físico del mundo real y cotidiano. En sueños vemos cosas que nunca antes habíamos visto ¿Es lógico decir que las recordamos?. Si, porque las hemos vivido o presenciado dentro del sueño, no nos las estamos inventando. Otros enfoques plantean que sí nos “inventamos” o solo suponemos que las imágenes del sueño son experiencias reales, ya que las relaciones en el sueño no tienen un propósito o voluntad, según algunos autores. Cuestionando este aspecto ¿Se podría deducir, como postulan, que las imágenes del sueño no tienen relación causal directa con la memoria?. Pues no, necesitamos de la memoria para casi todo, también para soñar, solo que aquí queda, al parecer, en un segundo plano, no es la mandona.

¿Y el pensamiento, la mente y la conciencia, caminan con el sueño? 

Términos complejos todos, que disciplinas científicas (como las neurociencias) van descifrando y situando en puntos del cerebro, artilugio humano donde cabe todo, incluida la conciencia. El cerebro crea la realidad a partir de los datos que le llegan de los órganos de los sentidos; crea las imágenes mentales y todo lo que conocemos; lo percibido y experimentado del mundo exterior son impresiones subjetivas. La neurociencia afirma que el mundo de nuestra experiencia está “ahí afuera” tanto como los ensueños. Y si el cerebro, por medio de la mente (¿O es al revés?), crea la realidad exterior, lo lógico es que haga otro tanto durante el sueño.



El cerebro no está nunca pasivo, no es un receptor de información cualquiera; es quien percibe primero, organiza los datos y nos los devuelve para ser percibidos por nosotros (a partir de lo cual hacemos una interpretación del mundo). En la corteza cerebral los datos percibidos por los sentidos sufren un proceso que detecta la forma, los patrones, los colores y el movimiento, que el cerebro integra (o camufla, inventa...) para formar un todo coherente. La otra pregunta es ¿De qué fuentes bebe el cerebro; qué percibe “ahí afuera”, procesa y nos lo devuelve ipso facto transformado?. Difícil.

Otras hipótesis “descabelladas” abarcan, además de la mente, el cuerpo entero, que incluye puntos estratégicos, tanto físicos como energéticos no visibles al ojo humano. No todo puede dilucidarse en el laboratorio experimentalmente o troceando animales “in vivo”, espero, y que le pese a la ciencia vivisectora, pues más les pesa a nuestros primos hermanos primates que sufren sus experimentos

Y el pensamiento durante el sueño ¿Se expresa por nosotros? ¿Podemos pensar mientras soñamos?. No hay una respuesta clara. Más parece que el pensamiento se detiene (queda en un segundo plano, como la memoria), y se liberan otros “aspectos psíquicos” no bien definidos, sin coartar la visión o acción, tampoco la voluntad de opción del soñante (contra otras teorías). ¿Y la conciencia, nos acompaña en el sueño? ¿Tenemos conciencia de los episodios vividos en sueños intensos, incluso pesadillas?. Sí, en una conciencia no ordinaria, a veces extraordinaria, que recobra, aunque sea en parte, la mente consciente y guarda la memoria. En general, solemos olvidar pronto, la rutina diaria impone su orden, que supera en mucho al sueño reparador necesario para enfrentarse al nuevo día. “La sombra” queda ahora en un segundo plano, y al pensar en ello hay una sensación de inquietud, una huella inasible que nos hace dudar de si lo experimentado está, o no, o en parte, asociado al mundo físico y real o es otra cosa, otra conciencia.
La atención y la no intención

Al diferenciar entre los sentidos conscientes (como la atención) y los experimentados durante el sueño existe una línea de separación evidente. Durante la vigilia y ante peligros concretos los seres vivos reaccionan, en sueño.


No es lo mismo ver a un león despierto en un safari o en una selva a pocos metros que nos mira con mala cara, a verlo en un sueño que ataca, porque en el sueño no ataca de verdad y el sujeto no tendría miedo. Quien puso este ejemplo es un ser elemental, aunque fuera catedrático; tal sueño tiene muchas posibles interpretaciones e implicaciones, según el entorno, la persona y todo lo que ello conlleva, quizá posible para un cazador. En el otro lado yo podría soñar que estoy acariciando a un león inmenso, tranquilo y me gusta, u otro podía tener una pesadilla de un león que entra de pronto por su ventana y despertar al instante, con una impresión bien real o un susto mayúsculo (los dos son sueños vividos).

Las pesadillas o los malos sueños pueden deberse a circunstancias distintas, problemas personales, médico-biológicos, depresión y otros factores causales, racionales o no, y pueden ser más complejos e inaprehensibles a la sola mirada psicológica o patológica.

Existe un nivel no intencionado en los sueños, sin apenas control por nuestra parte, sí, no obstante ello, un deseo interno muy fuerte o una orden repetida, por sentida y con un propósito, dada al cerebro consciente, puede “guiar” un sueño a la visión deseada, y eso sería un combate ganado al dios-cerebro-mente que nos controla.
 Las sensaciones 

Las sensaciones en vigilia son resultado de la interacción entre los objetos materiales y nuestros sentidos, vemos lo que existe y lo podemos tocar. Ver requiere de luz y de nuestros ojos (cerebro, nervios mediante etc). En sueños también vemos, oímos y sentimos, la diferencia es que lo hacemos con con los ojos cerrados. Cuando dormimos permanecemos en reposo, no utilizamos los órganos sensoriales o el lenguaje en sentido estricto, pero siguen acompañándonos en el estado de sueño. Desde algún enfoque de la filosofía fenomenológica se apunta a que las sensaciones que tenemos en nuestros sueños podrían ser otra cosa más caótica. Durante el acto del soñar, las impresiones almacenadas en la mente (que guarda la memoria consciente o subconsciente), la conciencia o la psique más escondida se manifiesta y se organiza de un modo caótico, imprevisible, extraño, difícil de conceptuar y quizá no verificable en términos de leyes físicas. Tiene sentido en la lógica, no alcanza "ir" más allá.

Dos puntos diferentes el tiempo como algo objetivo, externo a nosotros y magnitud física percibida por nuestro cerebro y vivida en nuestra mente. Pero si no existe la objetividad de lo externo según la neurociencia...

Paseos de la conciencia subconsciente

Existen sueños especiales difíciles de catalogar, en que “nos damos cuenta” de estar soñando, y nos decimos a nosotros mismos: estoy soñando y voy a acordarme al despertar, ante la clara percepción de lo experimentado. Sentimos nuestros pies que pisan la tierra, que tropezamos y nos duele, bailamos, hablamos, peleamos o nos despertamos de golpe llorando por algún suceso cruento y nos acordamos al instante; vemos los lugares y objetos por donde pasamos, haya luz u oscuridad, interaccionamos con otro ser o seres y sentimos temor o angustia, paz, indiferencia, corremos o no nos movemos, y podemos hacer una descripción de todo ello más o menos completa en vigilia.

Contrariamente al criterio de algunos estudiosos, que afirman no ser posible percibir algo y al mismo tiempo no ser consciente de que lo que se percibe, dado que para estos analistas el soñar es incompatible con toda forma de autoconciencia, o toman el concepto causalidad como un dogma, su conclusión es que no hay experiencias.


Un espacio sin tiempo

Existe “otra atención” en el sueño que puede ir más allá todavía, por azar o no, donde la conciencia de ser propia, aun subconsciente y la energía externa o foránea de otro ser, objeto o lugar imposible de situar toma las riendas. El pensamiento está ausente y la experiencia lo llena todo. Son encuentros, presencias tan intensas que no hay término posible, o juicio a posteriori, solo especulación para describirlas. El espacio del sueño, en sueños o ensueños muy intensos es más distinguible que el tiempo, pero incluso cierto transcurrir se puede sentir en la acción experimentada.  Sueños o ensueños especiales que ocurren en contadas ocasiones, sueños insólitos vividos en otra esfera, otra onda o frecuencia (por darle un nombre), donde el juicio analítico, sea de la neurociencia, de la biología o de la psiquiatría no pueden ser los únicos jueces.