El pasado 3 de febrero un larguísimo tren de mercancías (149 vagones) cargado con diversos productos químicos peligrosos descarriló en las cercanías de East Palestine y Darlington llegando hasta el estado de Pensilvania, provocando una gran explosión y el derramamiento de 300.000 litros de cloruro de vinilo, un gas tóxico y cancerígeno que se extendió por los arroyos y el río Ohio. Otras sustancias venenosas (éteres monobutílicos de etilenglicol e isobutileno o fosfeno) estuvieron ardiendo durante días, mientras una gran nube tóxica en forma de hongo contaminó aguas, tierras y aire extendiéndose por la zona en un área de 8 km hasta 150 km. Miles de peces y anfibios, además de pollos y zorros murieron: Alrededor de 45.000 animales de 5.500 especies. Los biólogos alertan de posibles envenenamientos, quemaduras, asfixia y cánceres de distintos tipos a las personas expuestas o que utilicen agua del río Ohio. Más de 30 millones de personas sobre un 10% de ese estado emplean esa agua como consumo humano y animal en granjas de vacas y caballos. También es peligrosa para los pozos privados.
La prensa informó tarde. Los lobbies se lavaron las manos
Norfolk Southern es responsable de más accidentes,
el último es posterior al de Palestine La supuesta libertad de prensa USA no informó hasta varios días después de los hechos, desviando la atención de los medios a nivel mundial hacia los supuestos "ovnis" y el globo chino derribado, ocurrido en ese mismo tiempo. A día de hoy no han dicho ni mu sobre el análisis de los restos del globo abatido y recogidos en el mar. Europa tampoco informó cuando estaban pasando los hechos, ni en telediarios ni en prensa hasta días después. Cada año se producen en Estados Unidos 1.700 descarrilamientos.
Ni siquiera el transporte de gas natural licuado, combustible del que EE.UU. es el mayor exportador mundial, cuenta con medidas de seguridad especiales. La administración Biden tampoco ha hecho nada para remediar estas carencias. La catástrofe de East Palestine, como otras, responde a una serie de intereses corporativos. No existe supervisión gubernamental eficiente ni mínimos derechos laborales.
Huelgas de trabajadores bloqueadas por el Congreso de EEUU
En diciembre pasado
el Congreso de EE.UU (con Biden) bloqueó una huelga de trabajadores ferroviarios que reivindicaban mejores condiciones laborales, empleados de un sector
(en el que se encuentra Norfolk) que ha despedido en los últimos años a casi un tercio de la plantilla, aumentando, sin embargo, la frecuencia de trenes y añadiendo más vagones. Lograron una subida salarial, pero su principal reivindicación, bajas por enfermedad pagadas y mayor calidad de vida para evitar errores derivados del agotamiento fue rechazada. La gran democracia USA del dinero, las armas y la guerra maltrata a sus propios trabajadores, que no tienen derechos a días de fiesta o bajas por urgencias puntuales o enfermedad, que son penalizadas. Biden cortó la huelga con 297 votos a favor y 137 en contra, seguramente de su propio partido. Ahora dice que la culpa es de los republicanos (que lo es, en parte), mientras él se lava las manos.
Norfolk Southern pagó 6 millones de dólares a la administración Trump
Una
investigación de The Lever acusa directamente al partido republicano de recibir más de 6 millones de dólares en donaciones del lobby ferroviario para relajar las ya mínimas regulaciones del sector. Según este medio, Obama cedió a no denominar “trenes inflamables de alto riesgo” a aquellos que transportasen sustancias químicas que no fuesen petróleo, como el descarrilado, pero sí aprobó la instalación de frenos más eficientes, normativa que la administración Trump derogó. El frenado del tren aludido es de 1868. Norfolk pagó millones a sus ejecutivos y recompró acciones por millones de dólares mientras despedía a miles de trabajadores, pese a las advertencias de que la falta de personal intensificaba los riesgos.
Neoliberalismo del siglo XIX en cuanto a derechos humanos básicos para las clases trabajadoras, derechos de los que tanto alardean cuando apuntan a otros estados.